Como ejemplo práctico de local que decidió en su día apostar por la cocina a la vista, encontramos el restaurante La Tirolina de Aravaca (Madrid), que estableció ese tipo de cocina vista como su principal pilar y atractivo cuando se decidió a presentar una imagen más renovada. El local, moderno y actual, presenta una barra amplia y zona de comedor a dos alturas, con grandes espacios y una distribución que guarda varias sorpresas visuales para el cliente, donde la cocina es el corazón visible.
Además de la carta, repleta de creaciones propias, originales e imaginativas, el local cuenta con dos atracciones visuales especialmente enfocadas a los comensales. Por un lado, la vinoteca en cristalera, situada en pleno comedor, mantiene una excelente variedad de vinos escogidos con profesionalidad entre los que pueden encontrarse los últimos descubrimientos de la vinicultura española e internacional.
Pero por otra parte, como decíamos, está la cocina, verdadera joya de arquitectura interior y centro neurálgico de esta apuesta gastronómica, representa una actuación continua de movimiento, creaciones culinarias y ensamblajes que puede ser vista desde casi cualquier punto del comedor, haciendo de la visita al restaurante una experiencia gastronómica completa.
Transparencia
¿Por qué sucede esto? Porque como manifiesta su chef y propietaria, Elena Tejero, el que un restaurante posea cocina vista le aporta «transparencia, interacción, confianza, modernidad, funcionalidad, estética… Creo que una cocina vista aporta honestidad y honradez a un restaurante. Estamos en un tiempo en el que el cliente, el usuario, el comensal, ya no es un sujeto pasivo. Hay que ofrecerle herramientas para que vea, se integre, opine e interactúe. Y para eso es muy importante que todo lo que se haga en el restaurante, sea visible. Desde la calidad del producto que utilizas, hasta la realidad diaria de tu cocina y de tus cocineros. En La Tirolina nos gusta mostrar lo que hacemos y lo que ofrecemos. No ocultamos nada porque nos sentimos orgullosos de lo que tenemos. Por eso, además de la cocina, la bodega también la tenemos acristalada e integrada en el salón, para que todo el que entre, pueda verla. Quien oculta, algo guarda. ¡Viva la transparencia!».
Si el local está lleno de sorpresas visuales, la carta reserva sorpresas para el paladar. Desde el jamón ibérico de la Sierra de Huelva Marín Carretero, las croquetas de jamón ibérico, la ensaladilla rusa con melva canutera de Barbate, el steak tartar con patatas paja, la lubina a la brasa, la burrata trufada con salsa pesto y pan de cristal o la chuleta de vaca deshuesada con patatas fritas y pimientos del piquillo. Todo ello elaborado ante los ojos del comensal, porque:
«La estética y la funcionalidad son fundamentales en nuestra cocina. Todo nuestro restaurante está pensado para que nuestro cliente disfrute. Pero no solo comiendo, queremos que se sienta a gusto, que se sienta parte de un entorno de confianza y tranquilidad, y para eso la estética de una cocina vista, como la nuestra, es fundamental. Ver cocinar en un espacio limpio y amplio, observar la armonía del movimiento de los cocineros, hasta el fuego de las brasas… Todo es estética y todo es disfrute».