Texto: Marco A. Lozano, experto del área de empresas y profesionales de INCIBE
Antiguamente, y hoy en día también, se solía decir que «el papel lo aguanta todo». En la actualidad, la mayor parte de la información que encontrábamos en ese soporte está accesible en Internet, por lo que ese aforismo lo podemos reescribir del siguiente modo: «Internet lo aguanta todo». Y podríamos afirmar que es cierto, ya que el ciberespacio es un lugar en el que todo el mundo tiene posibilidad de publicar contenidos, pero además como usuarios vamos a tener la capacidad de opinar y valorar.
Hace apenas unos años surgía el concepto de fake news. Desconcertante al comienzo, se ha convertido en algo tan habitual que, prácticamente, cualquier persona podría definirlo como noticias falsas. A priori y dependiendo del contexto en el que nos encontráramos, podría parecer algo sin demasiada importancia, un bulo, una «trola», y puesto que no todo el mundo tiene la misma capacidad crítica, las consecuencias pueden ser completamente desconocidas.
Además, no hemos de olvidarnos de una característica esencial sobre la que está soportada la divulgación de las noticias falsas: la inmediatez. Las tecnologías nos han convertido en «consumistas de información sin miedo a la infoxicación», tenemos decenas de servicios (WhatsApp, Twitter, Facebook, web, etc.) por los que nos llega la información y seguimos a decenas o miles de perfiles. Toda esta amalgama de noticias y contenidos, y el miedo a «no estar a la última» hacen que nuestra capacidad de seleccionar «lo bueno» del «polvo y paja» se vea reducida y que aparezca un nuevo concepto: la desinformación.
Esto cobra aún más importancia si somos una empresa vinculada o del sector de los medios de comunicación y más cuando los gobiernos consideran este asunto como un serio problema. ¿Pero cuál es su objetivo? ¿Para qué se generan? Básicamente para llevar a engaño a los ciudadanos, enaltecer o desprestigiar a personalidades, políticos, etc. Sin duda, esto puede tener unas consecuencias muy importantes, pero lo son más aún cuando la salud entra en juego. Remedios caseros para el sobrepeso o medicinas milagrosas y naturales para curar el cáncer son solo dos ejemplos.
Acabar con las noticias falsas
Volviendo a los medios de comunicación, aunque no existe una fórmula mágica para protegerse frente a la «desinformación» sí que podemos indicar una serie de pautas para remediar o mitigar la generación o propagación de una noticia falsa:
Acudir a la fuente de información y contactar con alguien con responsabilidad que nos pudiera confirmar la información y ofrecer todos los detalles. Aunque contrastar la información con otros medios con alta reputación también podría ser adecuado no ofrecerá el 100% de garantías.
El análisis de los titulares, el origen, el contenido y la ausencia de autoría nos darán muchas pistas sobre si se trata de algo contrastado o no. Los titulares demasiado llamativos, con faltas de ortografía donde no encontramos al autor del artículo o se trata de alguien completamente desconocido, deben activar la alarma frente la posibilidad de que se trate de una fake news.
Adicionalmente, si el origen es una red social o un mensaje reenviado de WhatsApp también deberá ponernos en alerta. Entrenar la capacidad crítica será esencial para poder distinguir entre lo verdadero y lo falso.
La evolución de las noticias falsas
En la actualidad, prácticamente todo el contenido asociado a noticias falsas que encontramos es texto o alguna imagen retocada, pero ya han aparecido los primeros denominados como deep fakes, o lo que algunos denominan, la evolución de las fake news. Se trata de vídeos en los que aparecen personalidades (presidentes, actores, etc.) hablando de cosas que jamás mencionarían. Nos encontramos ante una vuelta de tuerca adicional de la desinformación y que pondrá a la sociedad en una situación de duda permanente donde hemos de mantenernos alerta para no caer en el engaño.
Para terminar, otro riesgo en línea con la desinformación o las informaciones falsas y que están afectando a numerosas compañías, es aquel vinculado a los sistemas de valoración, donde cualquier usuario puede verter su opinión de manera legítima, o ilegítima. Aunque algunos servicios como subastas online, portales de compras de productos, etc., exigen la finalización de una transacción para permitir verter algún comentario. Muchos otros pueden ser utilizados de manera fraudulenta para desprestigiar a una empresa o beneficiar a otras. Es por ello, que ahora el criterio de los usuarios se ha convertido en un elemento más que se ha de estudiar con especial atención, si queremos tener una opinión objetiva acerca de la reputación de un servicio o una empresa.