Decálogo para sobrevivir crecer como persona y como familia. Por María Prieto, profesora de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas.
De repente nuestras vidas cambian; un frenazo en seco en nuestras actividades, en nuestro día a día, un cambio radical de costumbres, de ritmo, de vida… Estamos viviendo momentos muy especiales, confusos, acelerados, con novedades importantes cada día. Y además, se ha reducido nuestro espacio vital, estamos confinados, durante un tiempo indeterminado que todos sabemos que será más de dos semanas.
Algunos pasaremos estas semanas en soledad; otros conviviremos con familiares o compañeros de piso; y todos estaremos en una situación emocional muy especial, a lo largo de estos días oscilaremos entre la alegría y el desánimo, amaremos y odiaremos a nuestros compañeros de piso, discutiremos y nos reiremos por tonterías, tendremos momentos difíciles y otros preciosos. Conviene saber cómo prepararnos bien para manejar nuestras emociones, cómo afrontar y resolver los problemas de convivencia que seguro vamos a tener, y cómo mantener de la mejor manera nuestra salud mental en esta situación.
La psicología nos ofrece algunas orientaciones, no sólo para llevar bien el aislamiento en casa, sino incluso para crecer y mejorar tanto individual como familiar o socialmente.
1. INTIMIDAD. Por muy bien que nos llevemos, necesitaremos momentos de descanso de la convivencia. Incluso aunque tengamos que ocuparnos de niños o abuelos, es importante reservar un momento cada día para retirarnos y estar a solas.
2. RESPETO. En primer lugar, respeto a los otros, mostrando que 1) entendemos y respetamos su necesidad de momentos de soledad e intimidad, y 2) respetamos su presencia: por eso nos duchamos, nos vestimos y nos arreglamos. Y, en segundo lugar, respeto a nosotros mismos. Sobre todo si estamos solos es aún más importante este punto 2; conviene cuidarnos, para darnos mensajes a nosotros mismos de respeto, somos valiosos e importantes y cada gesto debe recordarlo.
3. CUIDADO. Tenemos que cuidar la convivencia. Para ello, algo importante será crear o revisar las normas que ayuden a cuidar entre todos el espacio común (establecer horarios, tareas, turnos, responsabilidades…) y las relaciones (cuidar la formas, evitar molestias…).
4. COMUNICACIÓN. Los problemas se previenen y se solucionan hablando. Conviene dedicar un rato al día para revisar la convivencia y ver qué podemos mejorar en el funcionamiento cotidiano, qué está yendo bien, y darnos las gracias y reconocer el esfuerzo que todos hacemos para convivir mejor.
5. EMPATÍA. Todos vamos a tener momentos difíciles, momentos de ansiedad, de tensión, a veces estaremos irritables o tristes. Cuando veamos que alguien de la casa pasa por uno de esos momentos, conviene ponernos en su lugar, entender cómo se siente, y ser comprensivos. A veces un mal gesto, un grito, sólo expresa miedo… Ayudemos a serenarnos, mostrando paciencia y dando mensajes de ánimo y confianza. Todo irá bien.
6. PERDÓN. Va a haber problemas, discusiones, conflictos; seguro. Una convivencia estrecha hace más probable los roces y encontronazos. Por ello, además de intentar prevenirlos, es importante aprender a manejarlos cuando surgen: hablar de ellos y estar dispuestos a disculparse y a disculpar, a pedir perdón y a perdonar, por el bien común y por nuestro propio bienestar.
7. ÁNIMO. Nuestro estado de ánimo es el resultado, entre otras cosas, del equilibrio entre las cosas agradables y las desagradables que vivimos. En esta situación hemos perdido muchos momentos agradables que teníamos (actividades, amigos, cafés, paseos, deporte…), acecha la enfermedad, nos ronda el miedo y amenaza el aburrimiento… es fácil que el ánimo decaiga. Para controlarlo, es importante buscar cada día un momento de disfrute, de placer, un momento especial que equilibre otra vez la balanza. Y si algún día ese momento es compartido con los demás de la casa, mucho mejor: cocinar juntos, juegos de mesa, ver una película especial, revisar fotos…
8. RELAJACIÓN. Esta es una situación estresante, porque exige una adaptación rápida a una situación nueva y continuamente cambiante, llena de incertidumbre; a nuestro sistema nervioso le costará tranquilizarse bastante tiempo. No necesariamente nos notaremos nerviosos, pero todos estaremos un poco más alterados de lo normal, más “revolucionados”, aunque no nos demos cuenta. Es muy importante conseguir encontrar una forma de relajarnos, un momento diario de tranquilidad, de ojos cerrados, respiración profunda y músculos aflojados.
9. PERSPECTIVA. Nuestra vivencia depende en gran parte del discurso interno que hacemos. Tenemos que cuidar lo que nos decimos, lo que pensamos, las palabras que usamos, el enfoque que tenemos sobre esta situación. No nos han encerrado; hemos elegido quedarnos en casa, hemos elegido queremos, cuidarnos, protegernos. Es un sacrificio común que decidimos hacer, por el bien de todos, especialmente de los más vulnerables. No somos prisioneros, somos héroes. Y no es un horror, estamos en casa, con agua, con luz, con calor, con redes sociales, con nuestra gente. No dramaticemos. La situación es grave para muchos enfermos, trabajadores y empresas; no se trata de ver la vida de color rosa ni olvidar la realidad. Pero no nos dejemos arrastrar por la preocupación, la impotencia y el desánimo. En estos momentos, no ayudan.
10. SILENCIO. A veces tenemos tanto miedo al aburrimiento que nos obsesionemos con llenar el tiempo de actividades, conversaciones, ejercicios, películas… Podemos acabar más activados de lo que ya de por sí vamos a estar. ¿Por qué no aprovechar para dejar un espacio al silencio, a la interioridad, a la escucha, a la introspección? Dejar el móvil, encontrarnos con nosotros mismos, revisar nuestra vida, plantear cambios, nuevos objetivos… todo esto requiere paz, hacer silencio entre tanto estímulo, tanto ruido, tanta distracción, tantos mensajes.
De esta experiencia podemos salir renovados, más centrados y más conscientes; y nuestras relaciones pueden salir más profundas, más firmes, más auténticas. No, no estamos encerrados en casa; la vida nos ofrece una oportunidad de crecimiento, un momento precioso con el que podemos seguir aprendiendo a vivir y a convivir.
Todo irá bien.