Por Jorge C. Juárez
Como ser humano, me gustan las personas y como profesional también me gusta la tecnología. ¿Podremos llegar a una tecnología humanista, o sea colaborativa?
Es debate que cada día está más en boga en nuestra sociedad. Durante los últimos veinte años hemos vivido una evolución o una revolución tecnológica, según como los queramos mirar cada uno, que ha cambiado nuestra forma de vivir y de actuar con nuestros semejantes.
Un fin y no ‘el fin’
Desde mi punto de vista la tecnología tiene que ser un fin, no el fin. Que permita el progreso de las personas mediante ésta; que sea amable, colaborativa y que esté al servicio de la gente. Creo que el error más garrafal de nuestra sociedad sería lo contrario: que las personas estuviéramos al servicio de la tecnología.
Creo que esta cita de Albert Einstein era premonitoria a la situación que vivimos actualmente: “¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil nos aporta tan poca felicidad? La respuesta es esta, simplemente porque aún no hemos aprendido a usarla con tino”.
El fin de la tecnología es el progreso de las personas, sin duda, pero también el progreso de nuestras empresas. Las personas que ofrecemos soluciones tecnológicas, como es mi caso, soluciones para la restauración moderna. Tenemos que tener en cuenta que estas herramientas de software las utilizan personas, hay que entender sus necesidades, enfatizar con ellos, hablar el mismo lenguaje. En resumen entablar una relación humana entre personas por medio de la tecnología. Explicar correctamente estas soluciones, que las personas que las utilicen saquen un rendimiento y por supuesto lo más importante, no crearles frustración. Esta frustración en los usuarios, es el mayor enemigo de la tecnología cuando se instala en las empresas. Por esto es muy importante conocer muy bien las necesidades de los clientes en cada caso e implementar lo que realmente se necesite. En definitiva crear clientes felices y cuidarlos.
Valores
Las empresas tecnológicas tienen que transmitir unos valores, como el conocimiento, la confianza en sus soluciones, facilitar el trabajo y las cosas, transparencia en la información. En definitiva, que todos ganen con la tecnología, tanto las empresas como la personas que la utilicen.
A lo que no tenemos que llegar nunca es lo que escribía la periodista Clarice Lispector: “El futuro de la tecnología amenaza destruir todo lo que es humano en el hombre, pero la tecnología no alcanza a la locura, y en ella es donde el humano del hombre se refugia”.
En resumen la tecnología tiene que ser un fin para facilitar las cosas. Y por supuesto no llegar que las personas seamos esclavos de la tecnología, no darle a ella la prioridad en nuestras vidas. Lo primero somos las personas y seguir manteniendo las relaciones humanas, tanto en nuestra vida personal, como profesional. Creo que es una pequeña aportación de lo que puede ser el Humanismo Tecnológico, desde mi humilde punto de vista.